Cuando oímos hablar del mercado laboral, de la demanda de las empresas, o vemos lo que se pide en las ofertas de trabajo, cada vez es más habitual escuchar que en las empresas más exitosas e innovadoras priman habilidades transversales como la capacidad de trabajo en equipo, la creatividad o la actitud resolutiva y proactiva frente a las titulaciones académicas. Estas competencias aportan mayor valor a las organizaciones que deben adaptarse a cambios e imprevistos con mayor eficacia, que desean continuar probando, investigando e innovando.
Empresas como Google, Apple, o Telefónica buscan el talento y las competencias personales por encima de los conocimientos y titulaciones. Además buscan personas equilibradas, con aficiones más allá de su profesión, programadores que también son músicos o artistas, ingenieros, surfistas, diseñadores, cantantes, en definitiva, personas que tienen tanto su hemisferio izquierdo del cerebro (el analítico y racional) como el derecho (el intuitivo y creativo) igualmente desarrollados e interconectados, pues saben que son este tipo de personas las que, como Da Vinci, Einstein o Gaudí, tienen que aplicar la inteligencia, como dice Howard Gardner, para resolver problemas o crear productos que sean valiosos en una o más culturas, en definitiva, la capacidad de crear e innovar.
El profesor que ha impartido la asignatura ha sido profesional de las telecomunicaciones antes de ser docente, esto otorga a las clases de tecnología un componente práctico y de realidad con la vida profesional, que de otra manera sería impensable que se produjese.
En la actualidad, el reto ya no es inocularles los conocimientos, todo está en San Google bendito. El reto es acompañarles en el proceso de aprendizaje favoreciendo que desarrollen estas cualidades tan ansiadas. Pero ¿cómo se hace eso en un aula? ¿Cómo desarrollar la creatividad, la capacidad de resolución de problemas, el espíritu crítico para cuestionar y poder hallar otras fórmulas? (a esto también se le llama innovar, aunque va precedido de coraje) ¿Y las actitudes para el trabajo en equipo, la autoconfianza en las propias capacidades, la resiliencia para perseverar y sobreponerse a las adversidades? Esto no viene en los libros de texto, ni en la Tablet.
Pues bien, el profesor de tecnología, Tino Barber, les planteó el siguiente reto al equipo de alumnos de Tecnología de Bachillerato con este proyecto. Tendrían que convertir la escalera de la entrada del colegio en un piano; trabajar en equipo, repartir el trabajo, aprender a tolerar las diferencias de opinión, de ritmo, de nivel de implicación, de gustos, aprender a ayudar y a recibir ayuda. También tendrán que aprender a fracasar en el primer intento y continuar intentándolo, experimentar con los distintos materiales y técnicas, hasta descubrir la mejor solución, prototipar la solución y hacer ensayos (a esto también se le llama aplicar el método científico). Deberán realizar las mediciones y la lista de materiales, planificar los tiempos y sesiones necesarios para el montaje, coordinarse los trabajos con otros profesores y alumnos, decorar y personalizar con un toque artístico… Y finalmente, aplicar los conocimientos teóricos para lograr un fin, un resultado, una creación.
El resultado, aquí, en este vídeo: